El me miraba a los ojos
y yo le miraba el alma,
yo le hablaba en el oído
y él me gritaba al alma,
él me cogía la mano
y yo le entregaba el alma.
Se moría José Pérez
vestido con hambre diaria.
A él le dolía el
cuerpo
a mí me dolía el alma,
a mí se me iba el llanto
a él se le iba el alma,
a él le moría el cuerpo
a mí me moría el alma.
Cuando murió José
Pérez
el hambre fue su mortaja.