Sé que no abriré esta puerta impunemente,
mis papeles en regla
contra el azul en púas,
mi frente y mi perfil contra las cifras,
contra el plástico atroz,
impunemente,
contra el cristal tatuado de labios como llagas.Esta puerta que reza
iniquidades
en las lenguas más cultas de la jungla,
que se extiende en el tiempo
como un hilo de sangre
hasta los hornos,
hasta la sucia arena
de playas que recuerdan,
hasta el cerco primero que acotó la vergüenza.Un oscuro consuelo
supura la costumbre si se mata
sordamente el escrúpulo.
¿Qué le importa al salario
cuánto aprieta el grillete?
¿Qué le importa al testigo la mordaza?
¿Qué le importa al usuario
el color de la sangre?
No hay tristeza o refugio en el pecho del fuerte
que se lava las manos y pasea
bien limpia su justicia.Impunemente.
Yo sé que no abriré esta puerta impunemente.