Mientras en los cuarteles
los hombres se preparan para la guerra,
engrasan los fusiles,
limpian las bayonetas y se enardecen
con himnos militares y jarras de cerveza,
las mujeres, en sus casas,
lloran ya por los muertos que,
dentro de poco,
empezarán a llegar
dentro de bolsas o ataúdes.