En nuestro primer mundo
son violentos los que piden
pero no los que se niegan a dar.
Son violentos los que pretenden ejercer sus derechos civiles
pero no los que tratan de evitarlo.
Son violentos los que reivindican
pero no los que reprimen.
Son violentos los que creen en el conflicto social
como una práctica para alcanzar un mundo más justo,
pero no son violentos los que sostienen la injusticia.
Son violentos los que quieren afirmarse como clase trabajadora
pero no son violentos quienes se lo niegan.
Es violento que nada de esto,
como tantas otras cosas,
pueda decirse en público,
pero no son violentos los que lo impiden,
los que sólo ven en nuestras acciones
un acto de violencia sin igual.