La
Declaración Universal y la poesía
Índice
de poesías.
La cárcel
Ángela
Figuera
Poesía
femenina española viviente. Carmen Conde. Ed. Arquero, Madrid, 1954
Nací
en la cárcel, hijos. Soy un preso de siempre.
Mi padre ya fue
un preso. Y el padre de mi padre.
Y mi madre alumbraba,
uno tras otro, presos,
Como una perra perros.
Es la ley, según dicen.
Un día me
vi libre. Con mis ojos anclados
En el mágico
asombro de las cosas cercanas,
No veía los
muros ni las largas cadenas
Que a través
de los siglos me alcanzaban la carne.
Mis pies iban ligeros.
Pisaban hierba verde.
Y era un tonto y
reía
Porque en los duros
bancos de la escuela
Podía pellizcar
a los vecinos,
Jugar a cara o cruz
y cazar moscas
Mientras cuatro
por siete eran veintiocho
Y era Madrid la
capital de España
Y Cristo vino al
mundo por salvarnos.
Sí, entonces
me vi libre. Las manos me crecían
Inocentes y tiernas
como pan recién hecho
Pues no sabían
nada del hierro y la madera
Soldados a sus palmas
cuando el sudor profuso
Igual que un vino
aguado
Apenas nos ablanda
la fatiga.
Hoy los muros me
crecen más altos que la frente,
Más altos
que el deseo, más altos que el empuje
Del corazón.
Arrastro
Unas secas raíces
que me enredan las piernas
Cuando voy, como
un péndulo de trayecto inmutable,
Desde el sueño
al cansancio, del cansancio hasta el sueño.
Soy un preso de
siempre para siempre. Es el orden.