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"Es mejor encender una vela que maldecir la oscuridad": este proverbio inspiró a Peter Benenson -el fundador- el diseño del ya célebre logotipo de Amnistía Internacional, esa vela rodeada por un alambre de espinos. Detalles como éste son documentados por Jonathan Power en su libro sobre la historia de AI, esa organización que al principio, en los años sesenta, algunos tildaron burlonamente de "una de las más grandes locuras de nuestra época". Tras analizar su historia, Power concluye que el mundo sería hoy mucho peor si Amnistía Internacional no hubiese aparecido en escena y actuado estos últimos 40 años. Power publica cada semana en 20 diarios de todo el mundo una prestigiosa columna sobre conflictos internacionales, y ve en AI -siempre- una esperanza.

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-Cómo y cuándo nació Amnistía Internacional?

-Fue hace 40 años, en mayo de 1961, cuando un abogado londinense, Peter Benenson, leyó algo en un diario que le hizo actuar.

-¿Qué leyó?
-Que dos estudiantes en el Portugal de Salazar habían brindado en un bar, pacíficamente, "por la libertad", y por eso los habían arrestado y condenado a siete años de cárcel.

-¿Y cómo actuó Peter Benenson?
-Agrupó a amistades y empezaron a enviar cartas y más cartas a Portugal -al Ministerio de Justicia y a la cárcel- reclamando la libertad de esos chicos. ¡Era una idea genial!

-De entrada diríase cándida, más bien...
-Se trata de molestar a todo gobierno que encarcele a alguien sólo por sus opiniones políticas. Hacer eso puede modificar actitudes, cambiar cosas... Uno de los primeros presos por los que se actuó fue un español, Antonio Abad, abogado demócrata. La idea ganó adeptos en muchos países, se extendió...

-¿Y cuál es hoy el balance?
-¡Más de 30.000 personas han salido de la cárcel gracias a la presión de Amnistía Internacional (AI) durante estos 40 años!

-Señáleme el mayor logro de AI.
-Haber afinado la sensibilidad mundial en la defensa de los derechos humanos.

-¿Seguro? ¿En qué lo nota?
-¿Usted cree que el cerco a Pinochet habría sido posible hace unos años? AI ha trabajado mucho a favor de una opinión mundial que evita la impunidad para los dictadores.

-Pero hábleme de algún logro individual...
-Hay tantos... Le cuento uno reciente y otro de hace 40 años. En 1995 asesinaron en Burundi a un militar, y un pobre campesino llamado Jean Minani confesó -bajo tortura policial- haber sido él. AI pudo demostrar esas torturas y logró que el juicio se revisase, ¡y el tribunal burundés acordó absolver a Minani "porque una confesión obtenida bajo tortura no es válida"! De no existir AI, ¿quién hubiera sabido que existía, fuera de su aldea, un tal Jean Minani, campesino?

-Entiendo... ¿Y el caso de hace 40 años?
-Es del primer año de AI, el caso de Josef Beran: era un sacerdote checo que los nazis habían enviado a Dachau y que, liberado, llegó a ser arzobispo de Praga en la Checoslovaquia comunista. Pero sus sermones molestaron también al gobierno rojo, que lo encarceló. Llevaba dos años así cuando empezó la presión de AI en 1961, y al fin fue liberado.

-AI presionaba al Este y al Oeste...
-Y al Norte y al Sur. Desde el comienzo, AI no ha hecho nunca distingos políticos.

-¿Y cómo sé que AI es de veras imparcial?
-Fijándose en los insultos simultáneos de URSS y Sudáfrica, en su día, y, hoy, de Malasia y Cuba. Ante estos insultos, AI alega su lema, tomado de Voltaire: "Aunque yo detestase tus ideas, estaría dispuesto a morir por defender tu derecho a expresarlas".

-Prueba del nueve: ¿cómo se financia AI?
-De las aportaciones de sus miembros (un millón de personas repartidas por todo el mundo) y de donaciones individuales.

[...]

-No parece que AI haya sido la panacea...
-No, pero en derechos humanos el mundo está hoy mejor que nunca. Quizá AI no haya cambiado el mundo todavía, pero tampoco lo ha dejado tal como lo encontró.