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El legado del testamento español
César Díaz
. Apéndice de "Como agua en la piedra", de Jonathan Power. Editorial Debate. Madrid, 2001 (p.393 a 411)
Cuarenta años de Amnistía Internacional (Al) equivalen a veinticinco en España: la organización no pudo establecerse en el país hasta el ocaso del régimen franquista. Un paréntesis que, como en tantas otras cosas, condicionó el activismo español en la defensa de los derechos humanos. Sin embargo, no sería justo comenzar la historia española de Amnistía en la mitad de los setenta. No sólo porque algunos españoles colaboraron con el fundador de Al, Peter Benenson, desde el principio, sino porque la propia España estuvo en el corazón fundacional de la organización.

Cuentan los biógrafos de Benenson que la lectura de Testamento español, de Arthur Koestler, influyó poderosamente sobre su temprana preocupación por los encarcelamientos políticos. En 1961, el inmovilismo era la palabra más precisa para definir el ambiente político español, por mucho que estuvieran germinando ya los cambios que fructificarían tres lustros después. España era más que nada una cantera para justificar el trabajo de Al. Ya en el artículo fundacional de 28 de mayo de 1961 se citaba el caso de «un abogado español, Antonio Amat, que trató de crear una coalición de grupos democráticos, y ha estado en prisión, sin juicio, desde noviembre de 1958», y se mencionaba el proceso a Tierno Galván.

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Appeal for Amnesty Spain

Regresemos a los orígenes. Es conocido que Benenson tuvo la idea de iniciar una campaña por los presos políticos al leer un artículo sobre unos estudiantes portugueses condenados por hacer un brindis por la libertad. Apenas se sabe, por contra, que la génesis de Amnistía Internacional tuvo que ver mucho con España, y particularmente con las campañas de los exiliados en Inglaterra a favor de los presos políticos.

Unos exiliados que habían lanzado una campaña titulada «Appeal for Amnesty Spain». Precisamente, el nombre de la organización creada por Benenson fue «Appeal for Amnesty 1961», antes de convertirse, un año después, en Amnesty Intemational.

Agustín Roa, periodista y escritor ya fallecido, fue secretario de la Spanish Servicemen Association, formada en Londres por españoles que lucharon en el ejército británico durante la segunda guerra mundial, y ha dejado testimonio escrito de la relación del propio Benenson con esas campañas.

El 10 de julio de 1960, cinco mil manifestantes protestaron en Londres por la visita oficial del ministro de Asuntos Exteriores español, Fernando Castiella, convocados por la asociación de Agustín Roa; entre ellos Benenson. Días después una carta de un abogado anónimo, que Roa atribuye a Benenson, denunciaba en The Times la presencia de agentes de la Brigada Político Social franquista entre los manifestantes.

En diciembre de 1960, la mencionada asociación de exiliados españoles publicó un documento con testimonios de presos de la cárcel de Burgos, con el título: «Hablan los presos de Franco.» Cuenta Roa que Benenson se impresionó mucho al leerlo, y que así se lo confirmó en una carta del 12 de diciembre de 1960: « (...) Espero que sus excelentes intenciones puedan aliviar a sus compañeros, por los que no cesaré de trabajar (...)»

«Siempre consideré que aquel documento -dice Roa- y el prestigio en Inglaterra de la Asociación (de exiliados españoles), que no cesó en su campaña a favor de los presos, imprimiendo y distribuyendo sellos con el mapa de España entre rejas, en rojo y negro, debidamente taladrados y engomados para adherirse a los sellos oficiales en las cartas, y sus gestiones en general, fueron pilares para la creación de lo que tenía que ser Amnistía Internacional.»

El primer preso adoptado en España

El 7 de agosto de 1961, Peter Benenson escribió una carta a Agustín Roa, en la que le contaba que intentaban lanzar una publicación titulada Evidence, y le pedía para el primer número un artículo sobre la situación de los presos en España, que incluyese al menos tres casos de presos de la izquierda, el centro y la derecha.

Roa pensó que como el hombre que por sus ideas había estado más años en prisión en España hasta entonces era un poeta, Fernando Macarro Castillo (Marcos Ana, nombre adoptado como homenaje a sus padres), era adecuado facilitar el de otro poeta: Cristóbal Vega Álvarez, condenado a cuarenta años de cárcel.

El 18 de octubre de 1961, su caso apareció en la publicación Amnesty (habían cambiado el título previsto para la revista), bajo el título: «Poeta de la libertad.» En el primer libro editado por Amnistía Internacional, Persecution 1961, se incluía el de Antonio Amat.

Una de las primera acciones de Al tuvo que ver también con España. En noviembre de 1961, fue detenido en París el asturiano Ramón Álvarez. Ante la sospecha de que se tratara de una extradición, Peter Benenson se interesó por su caso ante el embajador de Francia en Gran Bretaña, logrando que se le pusiera en libertad, según relató en una carta enviada a Agustín Roa.

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Pioneros de la sección española

La historia de una organización es, claro está, la de las personas que la forman, por mucho que la que nos ocupa tienda a querer evitar personalismos. Es imposible reseñar en estas líneas los nombres y méritos de todos los que contribuyeron al nacimiento y desarrollo de Amnistía en España. Necesidades del relato nos obligan a reseñar los nombres de algunos de los artífices de lo que fue y es una obra común, aun a sabiendas de que es injusto dejar en el tintero a tantos que fueron fundamentales. Vaya, pues, por adelantado, una disculpa y un homenaje a todos los que son pero no están aquí: la inmensa mayoría.

Uno de los pioneros fue el ya citado Manuel Casanoves. El 12 de marzo de 1976, fue citado junto a otros colaboradores de Al (a algunos ni siquiera los conocía, ya que, por prudencia, la organización no facilitaba los nombres), en un local de Barcelona donde se iba a presentar una campaña sobre la tortura en Uruguay.

A finales de los sesenta, Silvia Escobar era una joven estudiante en Londres, cuando un anuncio en un periódico británico, «Cristo fue un preso de conciencia», le atrajo a la organización. Tras hacerse socia inquirió por otros afiliados en España, pero, como ya se señaló, prudentes razones impedían a la organización revelar la identidad de tan peligrosos militantes de los derechos humanos. Regresada a Madrid, Silvia, como otros colaboradores, se mantuvo en contacto con el Secretariado Internacional, hasta que el 27 de marzo de 1976 recibe una carta firmada por Eduardo Mariño, en la que la invitan a una reunión exploratoria.

La constitución de la sección

Ese mismo año, una delegación española acudió al congreso internacional de Al, celebrado en Estrasburgo, en la sede parlamentaria del Consejo de Europa, al que España aún no pertenecía. Allí se da luz verde a la creación de la sección. Asistieron el padre Manuel Casanoves, David McKay y M. Lluïsa Borrâs, desde Barcelona, y Silvia Escobar y Eduardo Muñoz Seca desde Madrid. Representantes de Al de todo el mundo aplaudieron en pie a la delegación de un país por el que muchos habían trabajado durante años.

Después de las elecciones democráticas del 15 de julio de 1977 se presentan los estatutos de la sección española, que no reciben la autorización oficial hasta febrero de 1978. En aquellos momentos, la incipiente sección está regida por un comité gestor. El 15 de julio de 1978 se celebra la asamblea constituyente en Barcelona, en la que Manuel Casanoves es elegido como presidente, cargo que cedería en la primera asamblea general extraordinaria, celebrada poco después, el 16 de septiembre, a Silvia Escobar, que se convertiría en el rostro de la organización en España durante aquellos primeros años, hasta 1982.

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Qué aportó Al

¿Cuál fue la aportación de Al a la sociedad española en aquellos años? En primer lugar, hay que anotar el hecho de que su número de socios y recursos fue siempre limitado (lo sigue siendo hoy, aunque haya mejorado notablemente). Sin embargo, su peso simbólico fue mucho mayor, gracias especialmente a la acogida que sus informes tuvieron en los medios de comunicación (aunque algunos, como veremos más adelante, fueran muy críticos con ciertas cuestiones). Amnistía, junto a otras organizaciones, aportó cierta pedagogía sobre los derechos humanos, en una época en la que su concepto estaba más politizado. Las campañas de Al (desde los presos de conciencia en la URSS a las primeras noticias sobre las desapariciones en Chile o Argentina), obligaban a deslindar los derechos humanos de posicionamientos políticos.

Algo que aún hoy sigue provocando quebraderos de cabeza, pero que entonces era más revolucionario. Todo el mundo quería enarbolar la bandera de los derechos humanos, pero Amnistía señalaba que había que hacerlo también cuando la víctima era alguien al que se rechazaba, o el peor de los criminales: algo que en España provocaría muchos problemas, especialmente cuando la víctima ha sido un miembro de ETA.

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Derechos Humanos, ¡ya!

Quizá el acontecimiento mediáticamente más importante para Amnistía en España durante los años ochenta (y probablemente de toda su historia) fue el concierto celebrado el 10 de septiembre de 1988 en el Camp Nou de Barcelona, en la época en la que la sección estaba presidida por Carmen Soto, quien con el resto de la ejecutiva luchó denodadamente para que ocurriera. Noventa mil personas asistieron a uno de los conciertos de la gira Derechos Humanos, ¡Ya!, organizada por Al con motivo del 40 aniversario de la Declaración Universal de los Derechos Humanos, con la participación de Bruce Springsteen, Peter Gabriel, Sting, Yossou N'dour y Tracy Chapman, a los que en Barcelona se sumó El último de la Fila, y que llevó el mensaje a todos los continentes, excepto Oceanía.

Al margen del concierto en sí, su celebración motivó una cascada de entrevistas, artículos y reportajes sobre el trabajo de Amnistía, que quizá alcanzó así en España su definitiva mayoría de edad.

Sin embargo, la repercusión mediática no se tradujo en el esperado incremento de socios, entonces unos cuatro mil en España. Hubo, sí, muchas peticiones de información, pero no el salto cualitativo que la organización necesitaba.

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La cuestión ETA

Desde diversos medios de comunicación se ha criticado durante estos años lo que Al ha hecho o no ha hecho sobre la violencia etarra, y también sobre lo que ha dicho o cómo lo ha dicho, a menudo con interpretaciones equivocadas. En cualquier caso, es un hecho que ha condicionado el desarrollo de Al en España, en la medida que ha infundido entre sospechas y decepciones.

Hasta 1991, el mandato de Amnistía Internacional, que sólo puede modificar su asamblea internacional, sólo permitía actuar contra violaciones de derechos humanos que cometían los gobiernos, y después de esa fecha sólo incluyó en su trabajo las acciones de grupos no vinculados a gobiernos que atentaran contra el derecho internacional humanitario, verbigracia: ataques indiscriminados a civiles, secuestro y ejecución de rehenes.

Aunque es sabido que la organización nunca pide la libertad de personas encarceladas por realizar actos violentos o por abogar por el uso de la violencia -sea cual sea el motivo que les anime-,eso no bastaba para los que querían que una organización que busca el respeto a la vida y a la libertad, se implicara más en la denuncia contra los grupos que atentaban contra esos derechos en sistemas democráticos, en los que no puede justificarse el uso de la violencia para perseguir fines políticos.

Además, la absoluta neutralidad de Amnistía, antes comentada en relación con los regímenes políticos, se convirtió en un problema, ya que la organización, en consecuencia, tampoco se pronuncia sobre los grupos armados, y utiliza el mismo lenguaje aséptico, que obliga por ejemplo a no emplear el término «terrorista», o a usar el término «abuso» para referirse a los actos que cometen esos grupos (por razones derivadas de la jerga legal internacional, que reserva el término violación para los gobiernos, que son los que han firmado tratados internacionales, y por ende los únicos que técnicamente los violan; razones reñidas con el sentido común del lenguaje), lo que ha sido criticado incluso en libros de estilo periodístico.

Ya antes de 1991, Al empezó a trabajar por algunos casos de personas secuestradas por grupos no gubernamentales, ante la demanda de los familiares que pensaban que podría tener algún eco en los secuestradores. En España, por ejemplo, Al se interesó por José María Ryan y Javier Rupérez; el primero fue ejecutado por ETA; el segundo fue felizmente liberado.

El debate en la organización por este tema, en el que la sección española fue, necesidad obliga, muy activa, provocó el mencionado cambio en el mandato en 1991, aunque no tan amplio como muchos querían.

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Epílogo

Cuarenta años después del nacimiento de Amnistía Internacional, la organización, cada vez más diversificada, tiene en España una capacidad creciente de trabajo. Siempre menos de lo que se quiere y sería necesario, pero algo que parecía un sueño en aquellos años, cuando los pioneros trabajaban en la clandestinidad.

La organización tiene hoy grupos organizados en todas las comunidades autónomas, y equipos de trabajo especializados sobre temas tan diversos como los derechos de la mujer, la educación en derechos humanos, la pena de muerte o los defensores de derechos humanos. Un secretariado cada vez más profesionalizado desarrolla una actividad frenética, aunque siempre con muchos menos medios que los que demandan las muchas necesidades que se quieren atender.

España es también, como decíamos, un país muy diferente de aquel que protagonizó algunos de los primeros relatos de la organización, aunque no esté exento de problemas, algunos gravísimos, y sea evidente su responsabilidad, ora individualmente, ora como miembro de la Unión Europea, y ya sea por pasiva o por activa, en las violaciones que ocurren en otros lugares.

Puede decirse, en resumen, que el legado del testamento español que inspiró a Benenson ha sido, en gran medida superado, aunque otros legados, especialmente el de la miseria relacionada con la emigración, han ocupado su hueco. También es cierto que la frase de Voltaire que resaltaba el artículo fundacional publicado el 28 de mayo de 1961: «No estoy de acuerdo con sus ideas, pero estoy preparado para dar mi vida por su derecho a expresarlas», sigue siendo, por circunstancias muy diferentes (entonces por el franquismo, hoy principalmente por ETA), de capital importancia en la España de hoy.
 


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