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Historia de la pena de muerte

El garrote


Su origen, tiempo atrás, era una cuerda que se "agarrotaba" (se apretaba mediante un palo), y que provocaba la muerte por ahogamiento. Con el paso de los años se fue perfeccionando y acabó siendo un aparato metálico que, aguantando el cuello por delante con un collarín, producía la muerte por el hundimiento de las vértebras cervicales.

Utilizada fundamentalmente en España, esta forma de pena de muerte también se usó en diversos países de Latinoamérica. Se introdujo oficialmente en el Código Penal de 1822, y su evolución posterior fue la siguiente:

"Al iniciarse el movimiento reaccionario de 1823 es de presumir que la pena de garrote dejó de imponerse, siendo substituida por la antigua horca, según se desprende de la Real Cédula del 28 de Abril de 1828, en la cual Fernando VII [...] abolió la muerte en horca, disponiendo que en adelante se ejecutasen en garrote ordinario los reos pertenecientes al estado llano, en garrote vil los castigados por delitos infamantes y en garrote noble los hijosdalgo.

"La distinción entre estas tres clases de garrote consistía en que los condenados al garrote ordinario eran conducidos al cadalso con caballería mayor y capuz pegado a la túnica; al vil, en caballería menor o arrastrado según la sentencia y con capuz suelto, y el noble en caballería mayor ensillada y con gualdrapa negra.

"Los Códigos de 1848 y 1850 regularon las ejecuciones en garrote casi en la misma forma que el vigente de 1870. Ambos prescribían que la pena de muerte se ejecutara en garrote, sobre un tablado, de día y con publicidad, debiendo vestir el reo hopa negra, excepto en los casos de regicidio o parricidio, en que era substituida aquella por otra amarilla y con manchas rojas, y que el cadáver permaneciera expuesto en el patíbulo durante cuatro horas, pasadas las cuales debía ser sepultado o entregado a sus parientes o amigos si lo solicitaban, no pudiendo hacerse el entierro con pompa."
Enciclopedia Espasa, Vol. 25. (Edición 1924-1966)

Los más diversos personajes fueron ejecutados de esta forma, por ejemplo Atahualpa, Mariana Pineda o Luis Candelas.

El emperador Atahualpa fue ejecutado de esta forma en 1533 (acusado por Pizarro, entre otras cosas, de idolatría, fratricidio, poligamia, usurpar el trono, incesto...), con el objetivo de dispersar los ejércitos s que rodeaban Cajamarca, facilitando así la ocupación sin apenas resistencia del Cuzco por parte de los españoles. Atahualpa había sido condenado inicialmente a la muerte en la hoguera, pero le fue conmutada la pena por el garrote, al "convertirse" antes de ser ejecutado.

Mariana Pineda fue ejecutada en 1831 mediante garrote, en Granada, a los 25 años. Simpatizante de la causa liberal, durante un registro en su casa le hallaron una bandera en la que se había bordado el lema "Igualdad, libertad y ley", a causa de lo cual fue arrestada y acusada de conspiración. Al negarse a delatar a sus contactos, fue ajusticiada públicamente en los Campos del Triunfo.

El famoso bandido Luis Candelas (se jactaba de no tener delitos de sangre), recibió garrote en Valladolid en 1837.

El diseño del garrote moderno, utilizado durante el siglo XX, pretendía que la muerte de los condenados a dicha pena fuera inmediata, sin sufrimientos, ya que si se accionaba el instrumento con celeridad el hundimiento de las vértebras cervicales era pràcticamente instantaneo (a causa de una pieza incorporada al aparato con esta finalidad). Se moría por dicho motivo y no por ahogamiento. No obstante, el garrote no siempre ha sido utilizado con el objetivo de producir la muerte lo más rápidamente posible; en ocasiones se ha convertido en un perverso instrumento de tortura, tal como se refleja en el siguiente testimonio (relativo a la represión llevada a cabo por los militares sublevados durante la Guerra Civil española):

"Mi causa pertenecía a los Juzgados Militares de Bilbao, por lo que estaba deseando que me trasladaran allí, cuanto antes, para no tener que presenciar las injusticias y horrores que cometían con los condenados a muerte. Pero lamentablemente todavía tendría que ver mucho más, como, por ejemplo, el tormento a que sometían a los condenados a garrote vil. A estos les ajusticiaban dentro del recinto de la prisión, entre el muro exterior que la circunda y el que cierra el patio de talleres. Desde este patio, al que diariamente nos sacaban a pasear, podíamos oír los lamentos y gemidos de los condenados. A los que se negaban a confesar se les inflingía doble suplicio. (...) Hubo presos a los que condenaron hasta a cuarenta y cinco minutos de sufrimiento. Cuando el verdugo apretaba el dogal, o collarín, sobre el cuello del reo y este perdía el conocimiento, el Juez allí presente ordenaba aflojarlo, y una vez el desgraciado se reanimaba volvía a ordenar apretarlo de nuevo, y así hasta terminar con su vida. Mientras ocurría eso, a los que estaban esperando sufrir la misma suerte les tenían allí presentes, atados de pies y manos, viendo impotentes el martirio que a ellos les esperaba."
Manuel Díaz, Antonio Brevers. La Brigada Machado, memorias de un guerrillero antifranquista. Cloux Editores, Santander, 2010
Los últimos ejecutados mediante garrote en España, el año1974, fueron Salvador Puig Antich y Heinz Chez.

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