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Historia de los Derechos Humanos

Genética, evolución y derechos


La conciencia de uno mismo es el gran invento evolutivo que caracteriza al ser humano (1). Esta capacidad le permite a su vez la conciencia de la existencia del otro y, en último término, la empatía. La propia conciencia reivindica el respeto ajeno hacia las propias necesidades, mientras que la empatía permite formular la necesidad de respetar al prójimo.

Con estas herramientas se inicia la construcción de la vida social humana. Al principio, "la humanidad" se limita al propio clan. De hecho, muchos pueblos y culturas se han denominado a si mismos "los humanos", en oposición a los otros pueblos o culturas.

El reto al que se enfrentarán los seres humanos a medida que las sociedades se hagan más complejas y establezcan contactos entre ellas será la necesaria ampliación de los miembros incluidos "dentro de la humanidad", viéndose obligados a revisar su atávica concepción restrictiva y a eliminar, de forma progresiva, las discriminaciones en función del origen geográfico, el color de la piel, las creencias, la condición social u otros motivos.

"Lo que los revolucionarios franceses de 1789 denominaron 'fraternidad' es lo que ahora se suele llamar 'solidaridad'. La solidaridad es un sentimiento que consiste en experimentar como propios el dolor y la humillación que sienten otras personas. Es una forma de simpatía, de reconocimiento.
"Pero no parece existir una simpatía natural entre todos los seres humanos. Aunque todavía no conozcamos con precisión cuáles son los factores que nos hacen excluir al diferente, el fundamento explicativo del sentimiento de solidaridad es la existencia de un círculo de personas que nos consideramos 'nosotros'.
"Por eso, el deber de comportarnos fraternalmente de manera universal tiene que entenderse como la obligación de ir ampliando ese círculo de 'nosotros' incluyendo progresivamente en él a los que antes eran 'los otros'."
José Antonio Estévez. La Declaración Universal de los Derechos Humanos. Asociación para las Naciones Unidas en España. Icaria, Barcelona, 1998 (p. 108)
La progresiva socialización es la que permite la adquisición de nuevas capacidades cognitivas, emocionales y materiales. "La ley del más capaz" (en oposición a "La ley del más fuerte") se perfila en la actualidad como una explicación razonable para entender el éxito evolutivo de la humanidad. Una capacidad que dependería directamente del grado de colaboración mutua alcanzada entre los distintos miembros de las comunidades humanas: a mayor colaboración, mayores habilidades y recursos disponibles, y por lo tanto mayor capacidad de reflexión y actuación ante los distintos desafíos de la vida. Sin esta dimensión colaborativa, seguramente la especie humana habría perecido, a causa de la hostilidad del medio que la rodeaba.

Por lo tanto, se podría deducir que, a pesar de ser los derechos humanos, según las teorías positivistas, un invento de la humanidad, es una brillante invención que responde a características fundamentales del ser humano: un ser humano genéticamente equipado para tener conciencia de sí mismo y del prójimo, y obligado biológicamente a la convivencia y a la ayuda mutua como mejor medio de supervivencia y progreso.

"Los instintos sociales -el primer principio de la constitución moral del hombre- condujeron naturalmente, con la ayuda de facultades intelectuales activas y de los efectos del hábito, a la Regla de Oro: 'no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti."
Charles Darwin. El origen del hombre. Espasa Calpe. Madrid, 1987

"Ahora sabemos que a pesar de un proceso evolutivo, centrado en la lucha por la vida, los organismos no están necesariamente en un conflicto perpetuo con armas de ataque y defensa. En particular, la cooperación puede ser una buena estrategia biológica. También sabemos que los humanos son los organismos que de manera preeminente han adoptado esta vía de la cooperación y colaboración. Asimismo, hay razones para pensar que una de las principales maneras de cooperación de los humanos es la posesión de un sentido ético. (...)
"Pensamos que debemos ayudar, que tenemos obligaciones para con los demás, porque tener estas ideas va en nuestro interés biológico. Pero desde una perspectiva evolutiva estas ideas existen sencillamente porque aquellos de nuestros antepasados que las tuvieron sobrevivieron y se reprodujeron mejor que los que no. En otras palabras, el altruismo es una adaptación humana, igual que lo son nuestras manos y ojos y dientes y brazos y pies. Somos morales porque nuestros genes, modelados por la selección natural, nos llenan de ideas sobre la conveniencia de serlo."
Michael Ruse. La significación de la evolución. Capítulo 44 de Compendio de ética (coordinado por Peter Singer). Alianza Editorial. Madrid, 1995

Por otra parte, este equipaje genético común nos recuerda lo que hoy es un hecho demostrado: todos los seres humanos procedemos de un mismo ancestro africano, dotado ya presumiblemente de avanzadas habilidades sociales. Las mínimas variaciones genéticas entre las mal llamadas razas humanas, originadas tras la dispersión de aquel núcleo de homo sapiens africano por los distintos continentes, son mucho menores (cuando existen) que las existentes entre los mismos miembros de un determinado colectivo racial o étnico (como las que determinan, por ejemplo, la propensión a algunas enfermedades entre los miembros de una misma comunidad).
"Hubo un tiempo en el que los fósiles y unos cuantos artefactos de piedra eran prácticamente los únicos medios que los científicos tenían para rastrear las líneas de la primera evolución humana. Y las lagunas en esas pruebas materiales resultaban frustrantes por lo amplias que eran. Cuando los biólogos moleculares se unieron a la investigación hace unos 30 años, sus técnicas de análisis genético produjeron revelaciones asombrosas. Los estudios de ADN señalaban que hace al menos 130.000 años existió en África una antepasada de todos los humanos anatómicamente modernos. Inevitablemente acabó siendo conocida como la Eva africana."
John Nobel Wilford. El árbol de la familia humana, El País, 25-7-2007
Este origen común, el patrimonio genético común resultante y nuestra capacidad de transmitir conocimiento a través de las generaciones son los factores que explican que unos determinados principios morales hayan emergido y estén presentes en prácticamente todos los colectivos humanos a lo largo de su historia. El hecho de que la Regla de oro ("no hagas a los otros lo que no quieres que te hagan a ti", "trata a los demás como te gustaría que te trataran"), se manifieste en la mayoría de tradiciones culturales y religiosas, no es ninguna casualidad, sino el resultado de la capacidad de empatía y reflexión característica del ser humano. Y de su capacidad de transmitir a las siguientes generaciones los hallazgos éticos resultantes de estas reflexiones. Unas capacidades que, a medida que las sociedades se hacen más complejas, conducen también a la percepción de la necesidad de fijar derechos y responsabilidades, y que a su vez acaban llevándonos, al cabo de milenios, a lo que hoy conocemos como derechos humanos.

Por lo tanto, cuando en el artículo primero de la Declaración Universal de los Derechos Humanos  de 1948 se proclama la igualdad de todos los seres humanos, no sólo se formula una aspiración, sino que también se constata una realidad, corroborada por los actuales conocimientos científicos sobre el origen de todos los seres humanos y su patrimonio genético común.

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(1) La afirmación es simplificadora, ya que de hecho no está claro que la conciencia y la empatía sean exclusivas del ser humano. Cada vez es más arriesgado afirmar que otros seres vivos no tengan en algún grado estas características, especialmente los más cercanos a nosotros, como los grandes simios. En cualquier caso, si estas características no son exclusivamente humanas, si lo es la complejidad y el grado de desarrollo que han alcanzado en el ser humano. Pero ahondar en este debate, sin duda apasionante (abriendo entonces inexorablemente la puerta a la reflexión sobre el sufrimiento, las necesidades específicas y los eventuales derechos de otros seres vivos), nos alejaría del objetivo de estas páginas.


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