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Historia de la infancia

La atención a la infancia. El descubrimiento de sus necesidades específicas


Las distintas agresiones a la infancia que hemos mencionado en el apartado correspondiente coexisten, desde los más remotos tiempos, con un interés (diferente según las épocas y las culturas), por las necesidades del menor. Así, ya Platón y Aristóteles dedicaron su atención a los niños, fundamentada, como era habitual en la antigüedad, en el valor que se les atribuye como propiedad o patrimonio, como inversión o proyecto de futuro adulto.
"La preocupación por el estudio del niño no es un descubrimiento reciente. Ya existía en toda su complejidad hace milenios, como existían las matemáticas, la medicina y la astronomía. La historia de la educación y de la medicina muestran lo que en cada época se sabía del niño. Cicerón, Quintiliano y Plutarco, apoyándose en la sabiduría griega, expusieron con claridad los principios por los que debía guiarse la educación infantil en el mundo latino."
Buenaventura Delgado. Historia de la infancia. Ariel. Barcelona, 1998

"Las primeras referencias históricas relacionadas con el mundo de la infancia las encontramos en los Vedas, con capítulos dedicados a la higiene y cuidados del niño. En Mesopotamia el Código Hammurabi (2.250 a.C) es la primera legislación para la infancia, que recoge la protección del pueblo babilónico a los huérfanos. "
Raúl Trujillo Armas. Derechos del niño: evolución y perspectivas desde la pediatría social. Sociedad de pediatría social de la AEP, 2000. www.comtf.es

"El escriba Any aconseja a sus lectores casarse pronto y tener muchos hijos. El consejo era superfluo. Los egipcios amaban a los niños. (...) Si todos los niños gozaban de buena acogida, el deseo de tener un hijo era universal."
Pierre Montet. La vida cotidiana en el Egipto de los Faraones. Argos Vergara. Barcelona, 1983

El mensaje de Jesús de Nazaret (amplificado mediante la expansión del cristianismo), con la manifestación de su simpatía hacia los niños y defensa de la igualdad y la dignidad de todos los seres humanos, supuso un hito importante en relación a la consideración de la infancia.

Pocos años después, el pedagogo hispanorromano Quintiliano (S. I) recogiendo la tradición griega, defendía la necesidad de tener una actitud positiva ante el recién nacido, observando sus aptitudes e inclinaciones, confiando en sus potencialidades, educándolo con cariño. Unas recomendaciones poco atendidas en su tiempo, recordadas por algún otro pensador a lo largo de los siglos, pero en general también con muy poca fortuna.

En el siglo IV, San Agustín (354-430), en sus "Confesiones", se queja de la enseñanza mediante azotes, y  San Juan Crisóstomo  (384-407), en "La vanagloria y la educación de los hijos", otorga una gran importancia a la primera educación.

A partir del siglo VII, la doctrina de Mahoma (570-632), al igual que el cristianismo, supuso también un mejora en la consideración de la infancia, primero entre las tribus y ciudades de la península Arábiga por las que se expandió su doctrina, y luego por los países que el Islam fue conquistando: Persia, Egipto, Palestina, Siria, Armenia y gran parte del Norte de África.

Durante la Edad Media, el mundo islámico tiene una gran importancia. Por un lado, como conservador y transmisor de las obras clásicas griegas. Por otro, por las aportaciones de sus pensadores, y en relación a la infancia, especialmente en el campo de la pediatría. Por ejemplo, Ibn-al-Jazzar (979-980), en "El libro de la crianza del niño":

"(...) reconoce la influencia recibida del mundo griego, especialmente de Galeno, y desde estos conocimientos detecta la carencia de obras o tratados que recojan, de manera sistematizada, los conocimientos sobre el niño, es decir, indica la falta de una compilación global y sistemática sobre pediatría. El trabajo de al-Jazzar se puede considerar un trabajo pionero dedicado a la higiene y cuidado del recién nacido y a cuestiones sobre la nodriza, el ama de leche y la alimentación materna. Incluso dedica algunos capítulos para explicar las diferentes partes del cuerpo y la necesidad de su cuidado, y por último hay en su obra un capítulo sobre la formación del carácter y la educación moral."
Aurora Gutiérrez y Paloma Pernil. Historia de la infancia, itinerarios educativos. UNED. Madrid, 2004
Junto a Ibn-al-Jazzar hay que mencionar también, por sus aportaciones a los campos pediátrico, educativo o filosófico en relación a la infancia, a Ibn Miskawayh (932-1030), Algazel (1058-1111) y Avicena (980-1037).

Ramon Llull (1232-1315), en "Blanquerna", describe la educación ideal que un matrimonio ha de dar a los hijos. Alfonso X El Sabio (1221-1284), en "Las partidas", entre otros muchos aspectos expone las razones por las que se pueden criar a los menores: por ley natural a los hijos propios, por bondad a los ajenos, por motivos religiosos a los abandonados.

Erasmo de Roterdam (1469 - 1536), Juan Luís Vives (1492-1540), John Locke (1632-1704), François Fénelon (1651-1715), J.A. Comenio (1592-1670), José de Calasanz (1556-1648), Juan Bautista de la Salle (1651-1684), Vicente de Paul (1581-1660), desde diferentes perspectivas, en ocasiones contrapuestas, se refirieron a las características y necesidades de la infancia, los tres últimos preocupados por la educación de las clases más humildes.

J.J. Rousseau, con su obra Emilio (1762), representa un hito fundamental. Al menos teórico, ya que su incidencia sobre la vida de los menores tampoco fue en su tiempo especialmente significativa. Recogiendo las propuestas de Quintiliano, Rousseau reclamaba la atención solícita de los padres al menor, el fomento de los vínculos amorosos y la atención a la propia naturaleza infantil. En palabras del propio Rousseau:

"La naturaleza quiere que los niños sean niños antes de ser hombres. Si nosotros queremos pervertir este orden produciremos frutos precoces que no tendrán ni madurez ni sabor y pronto se marchitarán."
Son unos conceptos consolidados teóricamente y de forma general recientemente, pero todavía no asimilados plenamente en algunas sociedades o sectores sociales.
Rousseau también se preocupa por una costumbre ya denunciada en la Grecia clásica por Aristóteles, la de fajar a los niños recién nacidos durante los primeros meses de vida, en ocasiones hasta los dos años. La costumbre de fajarlos (como una momia, dejando sólo la cabeza descubierta), se debía a que creían que los miembros del recién nacido eran muy frágiles y que la forma de fortalecerlos era inmovilizarlos; creían que si no lo hacían de mayores no podrían sostenerse.

J.H. Pestalozzi (1746-1827) es otro referente importante. Dedicó gran parte de su vida al estudio y la atención de la infancia desvalida. Pestalozzi pretendía integrar a niños de escasos recursos a la vida social, a través de la enseñanza de un oficio. No concebía el educador como una figura autoritaria y pensaba que éste debía estar al servicio de las necesidades del alumno: tenía una gran confianza en las capacidades del niño.

María Montessori (1870-1952) y Ovidio Decroly (1871-1932) son los dos personajes más conocidos de toda una corriente que a partir de finales del siglo XIX y principios del siglo XX supone una renovación tanto educativa como sanitaria en Europa y América.

Los avances realmente importantes, el gran salto adelante en relación a los derechos de los menores se empieza a producir muy recientemente, a partir del siglo XX. La Declaración Universal de los Derechos Humanos de forma general, la Declaración Universal de los Derechos del Niño y, sobre todo, la Convención sobre los Derechos del Niño (1989) han sido herramientas fundamentales para definir la aspiración a un mundo distinto, en el que el desamparo y las brutalidades históricas contra los menores (muchas persistentes en el presente bajo formas diversas) puedan empezar a superarse de forma global.

Llegar hasta el momento presente ha sido el resultado de siglos de mínimos avances, acelerados sólo muy recientemente. Un presente no obstante engañoso, o profundamente desigual: mientras parte de la infancia ha alcanzado una dignidad, un respeto y el acceso a unos recursos que sin duda hay que celebrar, otra parte sigue anclada en un pasado indigno, no solamente sumida en la pobreza, sino en muchos casos sometida a la más vil explotación (emocional, laboral o sexual). Muchas de las mayores brutalidades de la historia desgraciadamente perviven hoy en día, niños y niñas de distintas partes del mundo las sufren.


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