Los derechos humanos y las artes plásticas
La Declaración Universal de los Derechos Humanos. Artículo 24

La siesta (1890). Vincent Van Gogh
Óleo sobre lienzo. Museo de Orsay. París. 73 x 91 cm.

 

Artículo 24 de la Declaración Universal: Toda persona tiene derecho al descanso, al disfrute del tiempo libre, a una limitación razonable de la duración del trabajo y a vacaciones periódicas pagadas.

 

Vincent Van Gogh (1853-1890). Después de tener diversos empleos, empleado en una empresa de comercio de arte, profesor de lenguas y posteriormente estudiar para teólogo,  la crisis de su relación existencial con la sociedad se hace más aguda. El 1880, después de meses de soledad decide dedicarse a la pintura.

El 1888 se establece en Arlés; entusiasmado con la luz del sur produce un buen número de obras maestras. Se hace amigo de Paul Gauguin, pero la relación entra en crisis y Gauguin se va. Van Gogh se corta la oreja y es internado en un hospital. A  partir de esta fecha tendrá diversos episodios de trastornos mentales, con entradas y salidas del hospital. Consigue breves periodos de felicidad y breves crisis superadas gracias a los cuidados de su hermano Theo y a la amistad del Dr. Gachet. Es un periodo de gran fecundidad pictórica: paisajes, naturalezas muertas, retratos, árboles atormentados como seres humanos, grandes campos de trigo. Se suicidó en 1890.

Después de su primera pintura de la miseria campesina y obrera Van Gogh quiso hacerse cargo de esa miseria, vivirla en primera persona. Para él pintura y vida se convirtieron en una sola cosa. Marginado por la sociedad burguesa pese a sus constantes intentos de integración, confió su protesta a la sencillez existencial del artista. Van Gogh fue un sublime pintor de lo físico pero lo vivió en sus conflictos morales, en una energía primigenia de amor y de fraternidad, tan poderosa como para que a los demás les pareciera extraña y loca.

(fuente: extractos de la Enciclopedia del Arte Garzanti, Ediciones B, Barcelona, 1991)