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La guerra del general Escobar

La guerra del general Escobar. José Luis Olaizola. Ed. Planeta, 1983 (p. 5, 6, 9, 14, 29, 194, 207, 210, 211)

Ficha del libro

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En el consejo de guerra ante el que comparezco en este castillo-presidio de Montjuich, el fiscal me acusa, sumarialmente, de delito de alta traición. Pero en el acto del juicio ha puntualizado:

-Entiendo que un militar que se confiesa católico ha sido en esta guerra doblemente traidor: a su patria y a su Dios.

El presidente ha advertido al fiscal:

-Aténgase al contenido de la acusación. Al coronel Escobar no se le juzga por sus convicciones religiosas, sino por alzarse en armas contra el Régimen que ha triunfado y cuya legalidad ha sido reconocida por todos los países civilizados.

Se me está juzgando con la graduación de coronel, ya que, aunque al término de la guerra era general en jefe del ejército de Extremadura, para los vencedores sigo siendo el coronel de la Guardia Civil que en julio de 1936 luchó, precisamente en esta ciudad de Barcelona, contra los militares rebeldes que dejaron de serlo cuando ganaron la guerra. Así me lo ha explicado el abogado que me defiende: tenga usted en cuenta, mi coronel, que la rebeldía queda purificada por el triunfo.

(...)

Aunque llevo siete meses incomunicado en esta celda del castillo, los rumores me llegan. Los oficiales-prisioneros comentan que es el mismo Franco el que ha confeccionado la plantilla de cómo deben ser las sentencias. Los consejos de guerra sólo tienen que rellenarlas.

(...)

Cuando me llamó aquella tarde del 18 de julio no sabía que Franco estaba al frente del alzamiento en África. Eso se supo después. Lo que sí me advirtió fue que el "director" de la sublevación, por lo menos para la península, era el general de brigada, destinado en Pamplona, Emilio Mola, y que el enlace del movimiento en Cataluña era su hermano Ramón, que estaba de guarnición en Barcelona con el grado de capitán.

La pauta del alzamiento la marcó Mola en un comunicado en el que, remedando una frase evangélica, advertía que el que no estuviera con él estaría contra él, y que los vencedores serían inexorables con los compañeros que no resultaran serlo.

Todo esto lo supimos después, del mismo modo que ignorábamos aquella tarde del 18 de julio la irreversibilidad de la revuelta de África, puesto que a las pocas horas de producirse, cuando en la península apenas sabíamos nada, los sublevados ya habían fusilado al general Romerales, comandante militar de Melilla, y a varios jefes y oficiales que no habían sabido ser compañeros según el concepto de compañerismo contenido en el comunicado del general Mola.

(...)

Aquella tarde el presidente Companys requirió mi presencia en el palacio de la Generalitat. Por la mañana había hecho mucho calor, pero al mediodía se levantó la brisa del mar, que entraba hasta el despacho del presidente por el balcón entreabierto, en penumbra. El presidente me hizo sentar con una amabilidad exagerada. Era de los que me hablaban a gritos, pues me creía muy sordo. Para que yo no malinterpretara los gritos mantenía una sonrisa muy forzada. Me volvió a explicar lo del alzamiento en África, pero quitándole toda importancia al asunto porque si España ya le caía lejos, África no digamos. Daba la impresión de que cualquier incidente que tuviera lugar en África podía tardar siglos en repercutir sobre Cataluña.

-De todos modos, coronel, conviene tomar medidas.

También me recordó que, conforme a los acuerdos con el Gobierno central, el orden público dependía de la Generalitat y, como consecuencia, también la Guardia Civil.

Eso es lo malo de los políticos. Repiten tanto las cosas que uno saca la impresión de que no están convencidos de lo que dicen. Yo ya sabía que dependía de la Generalitat desde mi nombramiento como coronel del Tercio Urbano y no era necesario recordármelo.

(...)

Cuando volví a Barcelona en enero del 37, el presidente Azaña me invitó a cenar en Pedralbes y me presentó a los otros invitados así:

-El coronel Escobar, que con su intervención al frente de la Guardia Civil decidió el 19 de julio el conflicto en Barcelona a favor de la legalidad constituida.

Me consta que lo ha repetido varias veces y que incluso lo ha escrito.

-Pero, descuide, no se lo agradecerá nadie -me dijo en otra ocasión. Todo lo que dice el presidente tiene un tinte de amargura.

Desde luego el fiscal no sólo no me lo agradece sino que sostiene que, por culpa de hombres como yo, lo que debió ser un simple restablecimiento del orden se convirtió en una guerra civil. Mi valedor, Azaña, decía que con una docena de militares antigolpistas como yo la guerra no hubiera tenido lugar.

La vida es muy compleja y sólo Dios sabe.

(...)

-Entonces yo qué soy, ¿un sublevado o un prisionero de guerra? Porque yo no conozco ninguna ley que permita fusilar a los prisioneros de guerra.

-Con arreglo a la nueva concepción jurídica usted no es un prisionero, sino un rebelde.

-¿Por qué? ¿Por luchar contra la rebeldía soy un rebelde? Eso es una contradicción absurda.

-Mi coronel, su teoría está en contradicción con la Historia. La rebeldía queda purificada por el triunfo.

(...)

El general Escobar fue fusilado en los fosos del castillo de Montjuich el día 8 de febrero de 1940.

En la mañana del día 7 de febrero del citado año, el juez de la causa, comandante Monteys, convocó al abogado del general, don Andrés Sierra Valverde, para comunicarle que la sentencia había sido aprobada en Madrid y se hallaba en su poder con el "cúmplase" reglamentario.

(...)

El hijo del general, Antonio Escobar Valtierra, manifiesta que oyó desde su celda las descargas y que, pese a los cuarenta y tres años transcurridos, no logra arrancar aquel momento de su memoria. Cuando lo cuenta, se le nublan los ojos por las lágrimas.

(...)

Asistió a la ejecución un médico militar que, después de las descargas, se acercó al cuerpo del general, que seguía con vida. Le señaló al teniente que mandaba el pelotón la sien del general, para que le aplicase el tiro de gracia, cosa que hizo el oficial.

No obstante ello, el cuerpo seguía moviéndose, por lo que el médico se puso nervioso y, con premura, requirió al teniente para que disparase un segundo tiro de gracia directamente sobre el corazón, que fue el que puso término a su vida.

 


1. ¿Consideras que tiene sentido, seguir hablado de la Guerra Civil española (1936-1939), o sería mejor pasar página definitivamente? ¿Por qué hay personas que siguen defendiendo una postura, y otras la contraria?

2. ¿Qué derechos de la Declaración Universal vulneran lo que se dice en esta frase?: "Los oficiales-prisioneros comentan que es el mismo Franco el que ha confeccionado la plantilla de cómo deben ser las sentencias. Los consejos de guerra sólo tienen que rellenarlas."

3. ¿Hay países actualmente en los que son habituales los juicios sin garantías? En caso afirmativo, ¿cuáles y por qué motivos?

4. El médico que interviene en la ejecución de Antonio Escobar indica al teniente, tras la descarga del pelotón, que le dispare con la pistola, primero a la cabeza, y luego al corazón. ¿Los médicos deberían negarse a participar en las ejecuciones de penas de muerte? ¿Participan todavía, en los países en los que la pena de muerte no está abolida?

5. El relato de José Luis Olaizola está escrito a partir de las notas que dejó Antonio Escobar, y del testimonio de distintas personas cercanas a él. ¿El formato de historia novelada es una buena opción, para dar a conocer episodios históricos complejos?

Otras posibles preguntas

- El coronel de la Guardia Civil Antonio Escobar Huerta contribuyó a que no prosperase la sublevación militar en Barcelona en 1936, y por ello, al final de la guerra fue ejecutado por los vencedores en el castillo de Montjuic. Comenta esta frase del abogado que le defiende: "Tenga usted en cuenta, mi coronel, que la rebeldía queda purificada por el triunfo". ¿Esta afirmación es válida para cualquier rebelión de cualquier época histórica?

- El presidente de la Generalitat de Catalunya, Lluís Companys, también fue ejecutado por los vencedores de la Guerra Civil en el castillo de Montjuic, el 1940. Cada año en el castillo se hace una ceremonia en recuerdo de su fusilamiento, mientras que al guardia civil Antonio Escobar, en Barcelona nadie le recuerda, ni los unos ni los otros (y a su superior, el general José Arangure, también fusilado por los vencedores y también guardia civil, igual). ¿Cuál puede ser la explicación de estos sesgos memorialistas?

- Por otro lado, en la ciudad hay una política municipal de recuerdo de las víctimas civiles de los bombardeos de la aviación italiana, aliada de Franco, y en el conjunto de España, se lleva a cabo un programa de identificación y exhumaciones de los muertos republicanos todavía enterrados en fosas comunes. En cambio, no hay ninguna iniciativa para recuperar, por ejemplo, la memoria de las checas, las prisiones a cargo de distintas facciones republicanas, fuera del control gubernamental sobre todo al principio de la guerra, y en las que muchas personas perdieron la vida. ¿Por qué unos episodios o aspectos se olvidan, y otros no?

- Hay quien argumenta que durante los casi cuarenta años de dictadura ya se pusieron de relieve los abusos cometidos en el bando republicano, y que por ello ahora es equitativo un sesgo de sentido contrario. ¿Tiene sentido, este argumento, ochenta años después del final de la guerra? ¿O sería mejor que, sobre todo a los estudiantes, se les facilitara un relato lo más objetivo posible sobre la Guerra Civil, sin partidismos, y sin ahorrar ni los aciertos ni las atrocidades de ninguno de los dos bandos?

- ¿Es posible, llegar a consensuar un relato sobre hechos históricos tan dramáticos como los de la Guerra Civil, o no es posible, a causa de los distintos puntos de vista existentes, al parecer en ocasiones del todo incompatibles?

- ¿Las preguntas anteriores se pueden interpretar como una manera de justificar o minimizar la gravedad de la represión de los golpistas y de la dictadura franquista, o no tiene nada que ver, una cosa con la otra?