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Ensayo sobre la desigualdad de las razas humanas (1854)
Conde de Gobineau. Editorial Apolo, Barcelona, 1937 (p. 40, 90, 117, 119, 134, 149, 150, 152, 153)
¿Hay entre las razas humanas diferencias de valor intrínseco realmente serias y es posible apreciar estas diferencias?

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Otro individuo aparece: es un negro de la costa occidental de África (...) Cuando la mirada se fija un instante en un individuo así conformado , el espíritu recuerda involuntariamente la estructura del simio y se siente inclinado a admitir que las razas negras del África occidental han salido de un tronco que no tiene nada en común , fuera de ciertas analogías de forma, con la raza mogol. Vienen luego las tribus cuyo aspecto halaga menos todavía que el del negro congoleño el amor propio de la humanidad. Tiene la Oceanía el mérito particular de proporcionar los ejemplares más degradados, más abyectos, más repugnantes de esos seres miserables, formados, al parecer, para servir de transición entre el hombre y el bruto puro y simple.

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He observado ya que, de todos los grupos humanos, los que pertenecen a las naciones europeas y a su descendencia son los más bellos. Para convencerse de ello plenamente, basta comparar los diversos tipos extendidos por todo el Globo (...) A medida que todas estas razas se alejan en demasía del tipo  blanco, sus rasgos y sus miembros experimentan incorrecciones de formas, defectos de proporción que, al acentuarse, como en aquellas que han acabado por resultarnos extrañas, ofrecen una fealdad exagerada (...)

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¿Poseen todos los hombres, en idéntico grado, el poder ilimitado de progresar intelectualmente? Dicho en otras palabras, ¿poseen las diferentes razas humanas la facultad de igualarse unas a otras? Esta cuestión es, en el fondo, la de la perfectibilidad indefinida de la especie y de la igualdad de las razas entre sí. Sobre ambos puntos contesto negativamente.

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Cuando la Historia establece tan netamente ese irreconciliable antagonismo entre las razas y sus sistemas de cultura, es evidente que la desemejanza y la desigualdad residen en el fondo de aquellas repugnancias constitutivas. Y desde el momento que el Europeo no puede aspirar a civilizar al negro y que no logró transmitir al mulato más que una parte de sus aptitudes; que ese mulato, a su vez, unido a la sangre de los blancos, no creará tampoco individuos perfectamente aptos para emprender algo más que una cultura mestiza de un grado más avanzado hacia las ideas de la raza blanca, me siento autorizado a establecer la desigualdad de las inteligencias entre las diferentes razas.

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La variedad melania es la más humilde y yace en lo más bajo de la escala. El carácter de animalidad impreso en la forma de su pelvis le impone su destino a partir del momento de la concepción. Nunca saldrá del círculo intelectual más restringido. (...) Si sus facultades pensantes son mediocres o incluso nulas, posee, en cambio, en el deseo y, por consiguiente, en la voluntad, una intensidad a menudo terrible. Varios de sus sentidos se han desarrollado con un vigor desconocido en las otras dos razas: el gusto y el olfato sobre todo. (...) Lo que desea es comer, comer con exceso, con furor; no hay repugnante carroña indigna de ser engullida por él. Lo mismo le pasa con los olores, y su sensualidad tolera no sólo los más ingratos, sino también los más repulsivos. (...) En fin, siente igualmente escaso apego a su vida y a la ajena; mata gustosamente por matar, y esta máquina humana, tan fácil de emocionar, se muestra ante el sufrimiento, o de una cobardía que apela fácilmente a la muerte, o de una impasibilidad monstruosa. (...) Vienen ahora los pueblos blancos. (...) Los blancos se distinguen también por un amor singular a la vida. Parece que, sabiendo gustar más de ella, le atribuyen más valor, y la respetan más, en si mismos my en los otros. Su crueldad, cuando se manifiesta, tiene conciencia de sus excesos, sentimiento muy problemático en los negros. (...) No necesito añadir que el vocablo 'honor' y la noción civilizadora que encierra son igualmente desconocidos de los amarillos y de los negros.

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La raza blanca poseía originariamente el monopolio de la belleza, de la inteligencia y de la fuerza. A raíz de sus uniones con las otras variedades, aparecieron mestizos bellos pero carentes de vigor, fuertes pero desprovistos de inteligencia, y si inteligentes sumamente feos y débiles. (...) Esto nos demuestra que toda civilización proviene de la raza blanca, que ninguna puede existir sin el concurso de esta raza, que una sociedad no es grande ni brillante sino en el grado que conserva al noble grupo que la creara, y en que este mismo grupo pertenece a la rama más ilustre de la especie.