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"Queremos encontrar a nuestras madres, no buscar culpables"

Paqui Sánchez. El Mundo, 18-5-2013
Se multimplican las llamadas de posibles afectados. Anadir inicia una campaña para destapar nuevos casos. Marruecos reabre un caso de tráfico de niños sentenciado en 1985
El 8 de mayo marcó un antes y un después para decenas de personas que sabían, sospechaban o quizás ni siquiera intuían que habían sido vendidas al nacer. Aquel día, la Guardia Civil dio a conocer la Operación Oculta, que en un año y medio ha destapado el mercadeo de vidas humanas que se vivió en Melilla hace tres o cuatro décadas. Una investigación que, además de esclarecer el negocio montado por una trama sin escrúpulos, ha revelado el secreto con el que han vivido todos estos años al menos una treintena de familias españolas que compraron a quienes figuran oficialmente como sus hijos biológicos en los registros.

Desde entonces, los teléfonos de la Comandancia de la Guardia Civil de Melilla no han dejado de sonar. Los agentes encargados del caso han atendido innumerables llamadas procedentes de muchas provincias e incluso del extranjero que confirman sus sospechas de que hay más bebés que fueron vendidos, además de los 28 casos constatados.

A las víctimas ahora se les abre un nuevo frente: encontrar a sus madres biológicas. Eso ayudaría a despejar todas las incógnitas que aún quedan por resolver en esta investigación, entre ellas su propio alcance. Pero las diferencias culturales y de idioma pueden suponer un mayor obstáculo que las propias fronteras terrestres y burocráticas, porque esas respuestas están en Marruecos, país de donde procedían las madres que nada más dar a luz perdían de vista a sus hijos, engañadas, manipuladas o simplemente convencidas por la trama delictiva ahora descubierta liderada supuestamente por tres hermanas de Tetuán.

'Queremos encontrar a nuestras madres'

Entre aquellos recién nacidos estaba María José, una de las 14 víctimas que la Guardia Civil ha identificado y localizado en su investigación. Ella y otra amiga suya en la misma situación dieron el primer paso y, a raíz de las denuncias que presentaron, se fueron sumando más víctimas de adopciones irregulares de dentro y fuera de la asociación Anadir, a la que María José pertenece.

En este año y medio María José ha acudido varias veces a declarar en sede judicial y su meta está clara: "Lo que pretendemos es encontrar a nuestras madres. Nuestro objetivo es ese. No queríamos buscar culpables". De todos modos, también sostiene que si los implicados en la trama han cometido los delitos, "que paguen en proporción a lo que han hecho".

Ella, que vive en Valencia, sospechaba desde hace años que no era hija biológica de sus padres. Sus rasgos físicos delataron ese secreto familiar, el mismo que encerraban otros hogares de la zona de Levante, en la que se movía el matrimonio encargado de captar a parejas estériles y con cierto poder adquisitivo con el que poder afrontar el pago de un bebé.

Estos días todavía está asimilando toda la información que ha surgido con la Operación Oculta después de tantos años de incertidumbre y lucha por encontrar a su madre biológica. Tiene la esperanza de que todo esto la acerque un poco más a ella. Quizá sea así si vive todavía en Marruecos, donde la televisión pública ha emitido ya un amplio reportaje sobre esta investigación de la Guardia Civil en los diferentes idiomas que se hablan en el país vecino, árabe, francés y tamazight.

'Averigua y ayúdanos'

La Asociación Nacional de Afectados por las Adopciones Irregulares (Anadir), que dio origen a esta investigación con las dos denuncias que presentó ante la Fiscalía General del Estado en 2011, ha emprendido la búsqueda de esas mujeres que fueron utilizadas en los años 70 y 80 por esta organización delictiva como sus particulares 'fábricas'.

"Por favor, plantéate la posibilidad de no ser hijo biológico de tus padres. Averigua y ayúdanos", pide Susy Cabrerizo, coordinadora de esta asociación, que lleva días removiendo cielo y tierra para que llegue al mayor número de personas en España y Marruecos un cartel en el que piden colaboración de posibles afectados. Su suerte, reconoce, es que por primera vez Anadir no se ve sola, gracias a "la luz" que la Guardia Civil ha puesto con esta investigación para desenmarañar la existencia de adopciones irregulares en nuestro país en una época cuyos recuerdos son casi en blanco y negro.

La asociación también ha recibido una avalancha de llamadas de posibles víctimas. Todas tienen en común las mismas dudas, generadas por la falta de parecido con sus familiares, sus rasgos físicos similares a los árabes y la avanzada edad de sus padres, que además no tienen fotos de cuando esperaban a su bebé ni un grupo sanguíneo compatible con el de su hijo, casi siempre único.

Anadir, que ejerce a menudo de puente entre las víctimas y la Guardia Civil, promete respetar la intimidad de cada uno si no quiere aportar sus datos. Sí pide, en cambio, ayuda para que los agentes que investigan el caso en Melilla sigan tirando del hilo cuyo primer cabo agarraron hace un año y medio en el inicio de la Operación Oculta. La Guardia Civil ya había cerrado este caso cuando hace unos días lo dio a conocer a la opinión pública, pero ahora, sorprendida por el alcance que ha tenido el trabajo realizado, lo ha reabierto para seguir encajando las piezas del puzzle con los nuevos casos que están apareciendo.

El hilo marroquí

Es posible que en esta nueva fase de la operación cuente de nuevo con la ayuda de Marruecos, cuya Fiscalía acaba de anunciar su intención dereabrir un caso puntual que ya investigó, juzgó y condenó en 1985 en la ciudad vecina de Nador. Aquel trabajo fue, de hecho, una de las bases de la investigación de la Guardia Civil en la Operación Oculta, ya que en ella quedó constatado que 11 bebés nacidos en los hospitales Hassani y Al Farabi de Oujda y Nador fueron objeto de tráfico ilícito gracias a la colaboración de alguna de sus trabajadoras, que cobraban entre 90 y 220 euros por cada niño.

Una nimiedad en comparación con los precios que la trama, concretamente las intermediarias que operaban en la Península y en Melilla, llegaban a pactar con los padres receptores, que pagaban el equivalente a entre 1.200 y 6.000 euros en función de diferentes factores. Uno de ellos el sexo del bebé, ya que las niñas eran más caras por ser las más demandadas. También la procedencia, pues entre las madres había muy diversos perfiles. Algunas eran prostitutas en Melilla, donde no faltaba trabajo por la cantidad de soldados de reemplazo que hacían la mili en la ciudad en los años 70 y 80. Otras eran empleadas de hogar que daban servicio a familias melillenses, o mujeres que llegaban a la ciudad desde el país vecino tras sufrir un embarazo no deseado. En definitiva, jóvenes cuya situación de vulnerabilidad, provocada por la falta de dinero o el miedo a ser marginadas, era la principal baza de la trama delictiva para captar vientres en gestación.

En busca de pistas

Varios de los que pasaron por aquel juicio fueron ya condenados por Marruecos a cinco años de prisión, pero las penas fueron conmutadas más tarde a sólo uno de cárcel y el resto de arresto domiciliario. Lo que pueda ocurrir con las 19 de las 31 personas implicadas ahora por la Guardia Civil, acusadas de traficar con al menos 28 lactantes, es una incógnita. El Juzgado de Instrucción número 2 de Melilla deberá decidir, pero el hecho de que ninguno de los 14 imputados haya sido detenido por su avanzada edad o mal estado de salud hace presagiar que no habrá consecuencias legales para ellos. Ello, a pesar de que sobre ellos pesa una acusación de presuntos delitos como suposición del parto, alteración de la paternidad, detención ilegal y falsificación de documento público.

Esta realidad deja un "mal sabor de boca" a la asociación Anadir, aunque su coordinadora insiste en que lo importante es que todo este asunto haya salido a la luz pública gracias a una investigación "de diez" por parte de la Guardia Civil. No en vano, Susy Cabrerizo recuerda que jueces y fiscales de otros puntos del país no se han tomado el mismo interés que ahora el Instituto Armado, hasta el punto de poner en duda la veracidad de los casos de niños robados que Anadir también ha venido denunciando en los últimos años. "Esto va a callar muchas bocas", afirma esperanzada por el creciente respaldo y ayuda que su asociación está recibiendo en los últimos días.

Entre los que se han ofrecido a echar una mano se encuentra una antropóloga que hizo tiempo atrás un trabajo local como traductora de un colega marroquí que, al parecer, entrevistó a mujeres que preferían dar a luz en sus casas porque decían que en los hospitales de Nador robaban niños. Para Anadir, el testimonio de este antropólogo puede ayudar a encontrar a las madres biológicas de aquellos bebés que sirvieron a esta trama como una verdadera mercancía humana con la que hacer un buen negocio.