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"Me autolesionaba porque prefería el dolor en los brazos al del corazón"
Noor Mahtani
. El País, 12-11-2019
El 80% del alumnado con discapacidad dice que "ser diferente" desencadena el acoso escolar, según el último informe de Fundación ONCE y el CERMI
Jorge Ruiz Rodríguez (Burgos, 21 años) recuerda cómo buscaba excusas en primaria para no salir de clase a las dos en punto. Adelantar la tarea, extraescolares, saltarse alguna asignatura... Cualquier excusa era buena para evitar encontrarse con ellos. Durante varios años, un grupo de acosadores le esperaba puntual para intimidarle y pegarle. "Solo me acosaban a mí. Imagino que por ser diferente", narra desde Burgos a través de una videollamada. Ruiz tiene una discapacidad intelectual y su caso no es aislado. Según el último informe de la Fundación ONCE y el comité que representa a las personas dependientes (CERMI), Acoso y ciberacoso escolar en alumnado con discapacidad, el 80% de los encuestados considera que "ser diferente" fue el detonante del bullying que sufrieron.

Y, ni hay cifras estatales, ni las comunidades están obligadas a tener un plan contra el acoso escolar. A pesar de que los jóvenes con discapacidad tienen el triple de probabilidad de ser víctimas de estos abusos, según Unicef, en España aún no existe un recuento oficial. La Encuesta sobre discapacidades, autonomía personal y situaciones de dependencia, una estadística elaborada por el Instituto Nacional de Estadística (INE) que actualiza cada diez años la situación de las personas dependientes, incluirá el próximo año por primera vez la variable de "acoso".

Burlas por tener que usar libros de niveles inferiores, collejas y traspiés cuando no está delante el profesor de apoyo, y desplantes como: "Este no es un colegio para gente como tú". Los abusos son tan variados como sus secuelas. Entre las más comunes: ansiedad, baja autoestima, peor rendimiento académico y, en ocasiones, autolesiones. Esther (Ávila, 24 años) -que prefiere mantener su identidad en el anonimato- las conoce todas. Fruto de un abuso continuado durante la ESO, comenzó a cortarse con trozos de cristal y sentir alivio en ello. "Me autolesionaba porque prefería el dolor en los brazos a que me doliera el corazón", cuenta aún con dificultad seis años después.

Miriam Blanco Somiedo es la directora de las viviendas tuteladas en León de Asprona -una asociación que vela por personas con discapacidad psíquica- y conoce a Esther desde que se trasladó, hace cinco años. "Tenía mucha rabia dentro porque se lo contó a sus profesores y nunca se sintió respaldada". Blanco insiste en que el círculo educativo debería de estar más formado en diversidad funcional. Y coincide con Iván Carmona, técnico de dirección de formación y empleo de la Fundación ONCE, quien reitera: "Faltan protocolos anti acoso específicos para personas de este colectivo. Y con especial atención a los cursos de transición". Los más críticos son 5º y 6º de Primaria y 1º y 2º de la ESO, en los que se producen el 80% de los casos.

Cantabria es la única comunidad que cuenta con un protocolo de refuerzo para los centros que detecten casos como estos. Las iniciativas incluyen encuentros con personas con discapacidad, proporcionar a la víctima un tutor personal y aumentar las campañas de prevención. Sin embargo, Ángela Troyano Cestelo, coordinadora de la Unidad Técnica de Atención a la Diversidad y Convivencia señala que apenas ha sido necesario activarlo. "Lo que sí hemos notado es una mayor demanda de asesoría por parte del profesorado y un mayor número de expedientes disciplinarios. Con lo que existe una menor tolerancia a la violencia".

Nuria Javares, madre de 47 años de una adolescente con un 45% de discapacidad, nunca fue informada del acoso que sufría su hija Andrea. En mayo del 2015, llegó a su móvil un vídeo en el que tres compañeros se burlaban de ella y le sobaban la cara de camino a su casa. Las imágenes fueron compartidas por Whats App al menos durante dos meses. Hasta que un amigo de la familia Javares se los mostró. "Cuando lo vi se me cayó el alma al suelo", cuenta por teléfono. Ellos nunca denunciaron. "Vivimos en un pueblo muy pequeño y hablamos directamente con los padres de los chicos", explica. "Igual deberíamos haber denunciado porque no se hizo justicia y ya no me fío de nadie".