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El drama de los Trans arrepentidos: "Me engañaron, caes en un bucle de cirugías"
Lorena G. Maldonado, Ainhoa Iriberri. El Español, 2410/2021 (fragmentos)

Se sigue haciendo llamar Sandrita: al fin y al cabo, es el nombre que ha usado casi toda su vida. Con el que se identifica. Sin embargo, se define como "un hombre gay" que nació en 1986 en Castelar del Vallés (Barcelona) e hizo una transición de sexo -para tomar apariencia física de mujer- de la que se arrepiente. "Yo era un niño homosexual muy afeminado, con mucha pluma, en una familia bastante homófoba, a excepción de mi madre. Me hacían bullying en el colegio y en el instituto. Sufrí mucha discriminación".

Cuando era un crío, miraba con fascinación las melenas largas. Los vestidos. Le encantaban los pintauñas y el maquillaje. Soñaba con ponerse minifalda. "Adoraba todo lo que se consideraba 'de niñas'. Nadie me dejó expresarme libremente a causa de la educación sexista que se nos inculca. Yo quería vestirme así, pero parecía que, automáticamente, eso significaba ser una chica. Los sexistas piensan que una mujer es eso: una figura hipersexualizada", comenta. "A día de hoy sigue estando mal visto que un chico homosexual lleve minifalda si quiere. Así que lo que yo procuré fue camuflarme en el entorno para encajar en el sistema".

Empezó a trabajar en el mundo de la noche en Barcelona, donde conoció "a muchas personas trans que me fueron convenciendo de que su camino era el mío": "Era todo muy confuso, una vorágine de vida nocturna, de drogas… Me refugié ahí porque mi padre nos maltrataba en casa a mi madre y a mí. Los fines de semana me travestía porque era el único momento en el que yo podía ser quien quería ser. Entre mi situación familiar y las voces de transexuales que me invitaban a hormonarme, empecé a automedicarme a los dieciocho años", recuerda.

Dice Sandrita que, en ese momento, hace casi veinte años, las normas eran más laxas y no les resultaba difícil conseguir hormonas sin receta. Estuvo un tiempo jugando con ese vacío legal hasta que buscó ayuda de un psicólogo y un endocrino para seguir bien las pautas y arrancar con un tratamiento hormonal supervisado. "Ahora pienso que nadie me hizo reflexionar nada. Los psicólogos y psiquiatras con los que hablé compraron enseguida que yo era una mujer. En ese momento se estilaba decir 'soy una mujer atrapada en un cuerpo de hombre'. Ahora se dice 'tengo identidad de género o sentimiento de mujer'. Es mentira. No hay ningún sentimiento de mujer. Eso no es científico ni lógico. Se nace mujer y punto", expresa.

(...)

Pregunta.- ¿Te arrepientes de la vaginoplastia?

Respuesta.- Sí. Lo digo bien claro a día de hoy. Siento que soy víctima de todo esto. No me dieron opciones, me dijeron "te va a quedar genial la cavidad en cuanto a profundidad" y poco más. Pero esto que tengo no es una vagina ni una vulva, es un hueco que se cierra. Estaré toda mi vida con dilatadores.

P.- ¿Qué hay del placer sexual? ¿Se erosiona con el cambio genital?

R.- Sí se siente placer. Hay orgasmos. Me hicieron un neoclítoris: es un trozo de glande con sus terminaciones nerviosas para poder sentir.

P.- ¿Tuviste alguna complicación médica más derivada de los tratamientos?

R.- Llevo casi veinte años tomando esas hormonas tan tóxicas y tienen efectos secundarios graves: me puede dar una trombosis, un infarto, hay más posibilidades de desarrollar cáncer de mama… Cuando te haces la vaginoplastia, te conviertes en paciente de por vida, porque ya no tienes tu hormona biológica, que es la testosterona, así que tienes que estar con químicos para siempre. ¡Es un negocio redondo para ellos! La vida de las personas transexuales se acorta por esa medicación. A mí me ha afectado mucho: subidas de peso, retención de líquidos, pesadez, varices, incluso daño en el hígado y en el páncreas por la bilirrubina. Me salen petequias, manchas rojas, porque las hormonas espesan la sangre y las venitas se te van rompiendo por dentro. Y a nivel psicológico ni te cuento: ansiedad, depresión, paranoia… Las hormonas te revuelven mucho.

La opinión de los médicos

No reconoce todos estos efectos adversos Laura Montanez, de la Unidad de Género del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, pero sí algunos de ellos. "Cualquier tratamiento crónico puede tener efectos adversos a lo largo del tiempo", señala a esta revista la endocrinóloga, que define los riesgos más comunes: con los estrógenos, un incremento moderado del riesgo de trombosis, cardiovascular y de patología mamaria (benigna y maligna). Con la testosterona, indicada para los hombres trans, aumento de los glóbulos rojos en sangre -poliglobulia- y un posible incremento del riesgo cardiovascular.

¿Y son tratamientos de por vida? Señala Montanez que en casos de transición de hombre a mujer se prescriben terapias con estrógenos, que se recomiendan suspender en torno a los 50 años, como "les sucede a las mujeres cisgénero en la menopausia".

Otras hormonas como los antiandrógenos, fármacos para inhibir la testosterona, se pueden retirar después de la vaginoplastia y/o la extirpación de los testículos.

¿Y cuál es la visión de un especialista en cirugías como la vaginoplastia de la que reniega Sandrita? Ivan Mañero ha visto a alrededor de 10.000 pacientes en su consulta para cirugía de asignación de sexo, tanto en la actual, la Unidad de Género de su clínica privada, IM Clinic, como en las previas, incluida la del Hospital Clínic de Barcelona. Fue en la parte privada de este centro -Barnaclinic- donde realizó la primera vaginoplastia que se autorizó a una menor en España, una niña de 16 años a la que un juez tuvo que dar luz verde para entrar en quirófano en 2010.

Mañero no ha visto "jamás" un arrepentimiento. De hecho él, simplemente, no los llamaría así: "El transexual no se arrepiente, lo que puede pasar es que no fuera transexual". Y por ello, tiene claro que, antes de llevar a cabo una cirugía de este tipo, el profesional ha de evaluar que la persona que se quiere someter a una cirugía de asignación de género es realmente del género que quiere alcanzar en el quirófano.

¿Y qué pasa una vez que lo hacen, si se cumple esta regla -que él dice que seguirá aplicando con la nueva Ley-? "Que la gente se siente feliz tras la operación, incluso veinte años después". Por supuesto, Mañero habla desde su experiencia, la misma que le permite también dejar claro que "todas las cirugías trans son complejas".

Desde que él empezó, hace más de veinte años, las cosas han cambiado en el campo de la cirugía de asignación de género. Mañero comenta que el hecho de que por prescripción médica se pueda bloquear farmacológicamente la pubertad antes de los 16 años ha hecho que cambie el patrón de operaciones; es decir, es más común que se eviten cirugías, porque la persona transexual no tiene tanto interés en operarse al no haberse producido los cambios más asociados a su sexo biológico de nacimiento. Incluso si la persona quiere seguir operándose, puede que requiera de menos cirugías: "Si a un transexual masculino le evitas, por ejemplo, que le crezca el pecho, le puedes ahorrar una cirugía como la mastectomía [extirpación de los senos]".

Además, Mañero comenta que las últimas guías de la Asociación Mundial Profesional para la Salud Transgénero (WPATH, de sus siglas en inglés) ya no obligan a hormonarse antes de iniciar los procedimientos quirúrgicos, algo que antes sí se recomendaba y daba lugar a situaciones traumáticas para el paciente. "Imagínate un hombre transexual que a los 14-15 años le crecen los pechos, pero él ya se viste 'como hombre', se ha cortado el pelo y utiliza una faja superfuerte para que no se le noten los pechos; antes, tenía que hormonarse con testosterona dos años antes de operarse, lo que podía dar lugar a que le saliera vello en las mamas, algo que no les agradaba", ejemplifica.

Hablar de cirugía de asignación de género no es hacerlo de una sola operación. Son muchos los procedimientos a los que pueden someterse hombres y mujeres transexuales que opten por operarse. El hombre que transita a mujer, comenta el especialista, es el que más cirugías suele hacerse, ya que las posibilidades incluyen desde la más obvia construcción de una vagina hasta implantes mamarios, lipoescultura feminizante -por ejemplo, en los glúteos- o feminización facial. En su experiencia, la cirugía por la que más se opta en este caso es por la vaginoplastia y un 60% se hace más de un procedimiento aprovechando su paso por quirófano, normalmente la vaginoplastia con implantes mamarios.

¿Y cómo es la vida médica de los transexuales una vez asignado el sexo con fármacos o cirugía? Mañero sostiene que tras el lógico seguimiento quirúrgico, "no tienen que ir al médico más que el resto de la gente". Eso sí, las molestias asociadas a una cirugía compleja no se las quita nadie: "Los pacientes son muy conscientes. Es un absurdo pensar que nadie se va a hacer esto ni por capricho ni por moda. Es gente que se la juega", concluye.

Sandrita no está de acuerdo con el doctor Mañero y sí se refiere a este proceso como "moda" o "invento": "El negocio trans es homofobia pura y dura. La transexualidad es homofobia. En Irán, si eres homosexual, te matan, pero si siendo un chico gay dices que eres una mujer heterosexual, te cambian el sexo y te perdonan la vida. Con eso te lo digo todo", alicata. Contar su historia le está dando quebraderos de cabeza. "Cuando expreso mi discurso en redes me vienen mil insultos y acoso por parte de personas trans, me dicen que me muera… Siguen en su nube, creen que son mujeres y ya está. No aceptan otra visión", chasquea. "Lo bueno es que también me escriben muchos menores con dudas y les ayudo mucho psicológicamente, es gente que quiere ser libre de verdad y yo les digo que el camino para eso no es medicarse ni hormonarse, sino aceptarse".

Es consciente de que hay pocas personas que hagan público este proceso de destransición -los escasos estudios existentes señalan que los individuos trans que regresan al género que les asignaron al nacer es de menos del 0,5%-, pero ya le parece "como para pensárselo". "Hay algo que falla. Es un proceso muy doloroso. Seguro que hay más personas que se sienten incómodas con él y no se atreven a reconocérselo ni a sí mismas, porque vivir todo ese calvario de ida y de vuelta… No es nada sencillo. Además, se nos silencia. Se nos acosa desde las organizaciones LGTBIQ porque no les interesa nuestro discurso", denuncia. Los pronombres le son indiferentes. "Me sigo llamando Sandrita porque hace mucho que es mi nombre y porque mi aspecto sigue siendo femenino, así que me da igual que me hablen en masculino o femenino, no le doy más importancia".

P.- ¿Qué harías si pudieras volver atrás? ¿Encontrarías comodidad en el cuerpo de hombre con el que naciste?

R.- Lo he pensado muchas veces. Creo que con todo lo que he estudiado, aprendido y pensado al respecto, con toda la sabiduría que tengo ahora, si mi vida empezara de nuevo sería un chico homosexual maquillado y muy pulposo, maravilloso, pero no me habría feminizado tanto.

P.- ¿A quién culpas de tu situación?

R.- Al sistema sexista en el que vivimos y a todas las personas que se prestan a él: médicos, cirujanos, endocrinos, organizaciones trans… Les denuncio. En el caso de los niños es lo peor. Hay muchos pediatras y endocrinos que no están de acuerdo con la hormonación a menores pero tienen que acatar las normas. A Irene Montero no puedo ni verla. Le importamos cuatro pimientos. La nueva Ley Trans borra por completo a las hembras de la especie humana, y además creo que también borra a las personas que verdaderamente padecen disforia. En lo "trans" lo han englobado todo, es un cajón de sastre. Encima no puedes decir nada de esto porque te cae una multa. Nos censuran. Es una vergüenza.

(...)