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Fuera del armario y de casa: "Cumplí 18 y me echaron"
Lorena Ferro. La Vanguardia, 10/7/2022

Las personas trans son las más afectadas por el rechazo extremo familiar, frente al cual es crucial una red de apoyo social

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Mel tiene 20 años y el día que hizo los 18 empezó a hormonarse para transicionar de mujer a hombre. Poco después le invitaron a irse de casa. A Layla, a la que al nacer le asignaron el género masculino, le pasó algo similar al llegar a la mayoría de edad. Es una realidad existente en pleno siglo XXI: jóvenes transexuales, homosexuales o bisexuales que son rechazados por sus familias cuando deciden explicar cómo se sienten. Una asociación les intenta dar apoyo y hace de mediadora familiar para intentar revertir este rechazo y ayudarles en su nueva vida en la que la liberación sexual les ha dejado en la calle.

Desde pequeño Mel prefirió los pantalones a los vestidos. Vino al mundo en Marbella en el seno de una familia numerosa muy religiosa y su manera de sentir pronto empezó a disgustar a sus padres. Para entonces era Melania y explica que empezó a ser maltratado físicamente casi a diario sin motivo aparente. Con 12 años se escapaba de casa y se autolesionaba porque las "palizas" ya eran diarias. Intentó suicidarse. Y cuando la situación era insostenible, con 15 años, una tía que vive en Barcelona le invitó a mudarse.

Entonces aún se seguía "considerando una mujer" pero a los 17 la cosa cambió. Y con el confinamiento "empecé a conectar conmigo" y a buscar información. Y así topó con Trànsit, un organismo de atención a las personas trans de la Generalitat de Catalunya, que le reafirmó en su decisión de transicionar de chica a chico. Esto precipitó que sus tíos le invitaran a irse de casa. "Cumplí los 18 en junio y en agosto me echaron", explica. De urgencia, se fue a vivir a un piso compartido y después con su novia Cristina y el padre de ella, que lo apoyaron en todo momento. Mel encontró además apoyo psicológico en Ahora dónde, una asociación para víctimas de LGTBIfobia en el entorno familiar. La abogada Gemma Brulles creó la entidad hace tres años después que su hijo le hablara de una similar en Francia y explica que la "violencia" que sufren estas personas está "muy invisibilizada". Asegura que es del colectivo transexual del que más peticiones reciben y advierte que son expulsados de casa a una edad "muy vulnerable". Brulles cuenta que, según la asociación The Trevor Project el apoyo "de un solo adulto" reduce hasta un 90 % el riesgo de suicidio.

Cuando adoptaron a Layla en Ucrania con cinco años era Vladimir. No fue hasta los 16 que dio el paso y le contó a sus padres que era transexual aprovechado un percance en el que tuvo que venir la policía. Tenía miedo a confesarlo sin una autoridad delante. Y con 18 años su madre de la "nada" le dijo que debía irse de casa. Luego el padre le apremió a buscar trabajo en el extranjero. De vuelta a Barcelona y con lo ahorrado vivió de hostal en hostal hasta que se acabó el dinero y picó la puerta de los servicios sociales, que aún hoy le siguen ayudando. Y sabiendo que ya no iba a volver a casa, empezó el paso a la transición. Hace seis meses que ha iniciado la hormonación.

Contar con apoyo externo también fue la suerte de M. (inicial ficticia), que sabía que su bisexualidad no iba a gustar en casa. La joven, de 20 años, procede de una familia "homófoba" y la reacción fue mostrarle el camino de la puerta: "Mi madre me dijo que me fuera", detalla. Los padres de una amiga la acogieron "como una más" durante un año.

Ian no dijo nada de su transexualidad hasta que empezó con la hormonación a los 22 años. Al nacer le asignaron el sexo femenino y de pequeño le gustaban las mujeres "pero nunca pensé que fuera trans". Ya en la adolescencia, algunos vídeos de Youtube le pusieron sobre el camino de lo que pasaba y se decidió a ir al médico, que lo redirigió a Trànsit. Estuvo un año reflexionando en cómo iba a informar a su madre, y cuando lo hizo, ella le escribió una carta diciéndole que le fuera bien "pero lejos". La relación se cortó con ella, no así con sus hermanos, que le ayudaron "económicamente y moralmente". Suerte tuvo también de su ahora expareja y los padres de ella que lo acogieron y apoyaron.

A pesar de la posibilidad de la mediación familiar, la mayoría de entrevistados prefieren intentar (o no) retomar la relación sin ayuda externa. Mel está reanudando el contacto con sus tíos y con sus padres, pero aún le siguen tratando en femenino. Layla también tiene relación con su madre, aunque mantiene las distancias. Ian, sin embargo, no quiere saber nada de su progenitora porque ella oculta su situación. "Si no lo acepta, tiene más hijos, aunque yo solo tenga una madre".