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 Los derechos humanos. Teorías y definiciones
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No hay derechos sin deberes
Félix García Moriyón.
Los derechos humanos a lo claro. Editorial Popular, 1988 (pag. 95 y 96)
(...) en estos momentos hay una tendencia demasiado fuerte a pensar mucho en los derechos, pero muy poco en los deberes. Una de las trampas en las que está cayendo la sociedad actual es la de convertirse en una sociedad llena de acreedores, sin ningún deudor. Parece como si todos estuviéramos muy dispuestos a recordar nuestros derechos, a exigir constantemente más para nosotros dando por supuesto que tanto las instituciones como las personas tienen que estar solícitas a nuestras reclamaciones. Esta práctica conduce ya en muchos casos a situaciones de clara injusticia; dado que vivimos en un mundo limitado de recursos, en determinados casos lo que yo reclamo de más tendrá que salir de otros colectivos que verán así reducidas sus posibilidades. Por eso algunos dicen que exigir un mayor desarrollo y riqueza en países ya ricos puede ser un verdadero atentado contra los Derechos Humanos.

Hasta ahora eso es lo que, en parte, ha pasado en las relaciones entre el Norte y el Sur, ya que el primero solía recurrir al segundo para dar salida a sus propios conflictos y poder atender las demandas contradictorias de diferentes colectivos. Ahora puede de estar pasando ya en el seno de nuestra propia sociedad, amenazada por una dura situación de crisis en la que se están reforzando unos comportamientos corporativistas en virtud de los cuales cada cuerpo va a lo suyo, olvidando el conjunto de la sociedad. No es de extrañar, como decíamos en un apartado anterior, que se agraven las diferencias sociales, que aquellos colectivos con menos fuerza o con menos capacidad de adaptarse al ritmo brutal de «modernización» y «reconversión», vean cómo su situación se deteriora progresivamente hasta llegar a condiciones de grave miseria.

Al mismo tiempo, se tiende a olvidar que no puede haber derechos si al mismo tiempo no existen unos deberes que les correspondan. Es más, la existencia de los Derechos Humanos surge igualmente del hecho de que nos sentimos responsables de los demás, de que nos damos cuenta de que lo que les ocurre a ellos también nos afecta a nosotros. Ante la presencia de otros seres humanos, nos sentimos interpelados por su dignidad inalienable, descubrimos al mismo tiempo el derecho a que me respeten y el deber de respetarlos, ambos inseparables hasta el punto de que olvidar uno de ellos supone inmediatamente la imposibilidad de construir una sociedad solidaria, pasando a malvivir con unas relaciones de dominación y explotación.

Es algo más que un «simple vive y deja vivir», frase desafortunada con la que algunos intentan ahora resumir lo que les exige la presencia de los demás, exhibiendo sin pudor hasta qué punto es muy pequeña la obligación que los otros les plantean. Cuando estamos hablando de deberes, de la necesidad urgente de reelaborar un tratado de los deberes como hacían los clásicos, nos referimos al convencimiento profundo de que cada uno de nosotros es responsable de lo que les ocurre a los demás. Como algún autor actual ha dicho, somos vulnerables frente a los otros, no podernos eludir nuestra implicación ni siquiera en los casos en que se cometen violaciones, pues también somos indirectamente responsables de esas violaciones. Como expresa con claridad alguna de las asociaciones que se esfuerza por conseguir un mayor respeto de los Derechos Humanos, nada humano nos es ajeno, recogiendo una expresión ya muy antigua en el pensamiento occidental.